Melissa Martinez
Cuéntame un cuento papá
Muchas veces soñé con esa dulce imagen de estar sobre tus piernas riendo, sintiendo tus abrazos, tu cariño, tu presencia. De escuchar tu voz contarme cuentos, de ponerme en la cama, y prometerme que nunca me dejarías, que siempre estarías ahí para ofrecerme tu hombro, tu mano, tu consuelo.
Pero tu enfermedad, y la de la familia entera se puso en el camino. Y siento decir que por más que busqué en mi memoria, para ver si esos sueños infantiles se cumplieron, no los encontré.
Hoy como adulta entiendo que el alcoholismo te privó de mucho, a ti, y a mi.
Es cierto que me faltó cariño, validación, paciencia, presencia. Es cierto que me faltaste tú.
De nada sirve ignorar o negar que por años busqué tu amor en mis maestros, mis amigos, mis parejas. De nada sirve ocultar que por mucho tiempo luché y luché por ser vista, por ser aprobada y recibir la confirmación de que merezco ser amada. Sin embargo mis métodos de búsqueda muchas veces no fueron los correctos.
Me perdí tratando de encontrarme. Te fuiste y yo traté de llenar tu ausencia.
Tal vez en el alcohol encontraría ese abrazo. No.
Tal vez en las drogas encontraría el saber que merezco amor. No.
Tal vez en la auto destrucción encontraría llenar ese vacío. No.
No se lo que habrás sentido al verme caer en la adicción, así como tú lo hiciste años atrás. Espero no te reproches, pues culpables nunca hay. Y aunque nuestra relación era complicada, ahí estuviste. En el hospital me visitaste. Durante rehab ahí me acompañaste. Me entendiste, y yo, te entendí a ti. Por fin entendí la enfermedad que tanto mencionada mi mamá. Comencé a comprender un poco mejor tu mundo, y aunque no fue la manera ideal, tú comenzaste a entrar al mío.
Recuerdo un día, durante rehab, te sentaste conmigo y platicamos, solo tú y yo. Mamá no estaba. Recuerdo sentir que alguien me entendía, que alguien podía ver lo difícil que es el proceso de aceptación y de derrota. Y no nada más era alguien comprendiéndome, eras tú papá. Mi papá.
Nuestro camino no ha sido el más sencillo o normal (aunque la verdad la palabra normal no me gusta para nada). Pero sí ha sido muy nuestro.
10 años atrás comencé a darme la oportunidad de conocerte de nuevo, sin la sombra del ayer. Me ha tomado tiempo, y terapia, mucha terapia. Pero lo veo, y lo siento. Veo como aquella niña se siente más sostenida por ti, vista por ti, y amada por ti.

Gracias por enseñarme a perdonar. Y no nada más a pedir disculpas y perdonar, si no también a soltar la historia y recordar el amor que siempre está detrás de todo. Gracias por enseñarme a ser disciplinada y constante en mi recuperación. Ver tus 31 años de sobriedad es mi más grande orgullo. Gracias por enseñarme a ser amante de la naturaleza. Hoy entiendo que es una de tus terapias favoritas, porque también es de las mías. Y gracias por entrar en mi vida y estar conmigo en mis momentos más difíciles, pero también en los más hermosos.
Gracias papá porque sé que estuviste ahí en mis primeros pasos, no nada más cuando aprendí a caminar, pero también cuando aprendí a levantarme.