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  • Foto del escritorMelissa Martinez

Cuando la herida te abraza


Hoy quiero compartirte algo personal, algo que me sucedió hace un par de meses. Algo que me hizo temblar. Algo que yo considero un milagro.


Todo comenzó con un cambio de planes. Tenía ya todo listo para el taller de Bienestar Holístico en mi estudio de yoga en Austin. El taller se iba a llevar a cabo el Sábado. Unos días antes, de esa misma semana, mi esposo sale de viaje de improvisto, y un día después se descompone el clima de mi casa, y por consecuencia, del estudio. Si vives en Austin, sabrás que un lugar sin aire acondicionado en pleno verano, no es nada cómodo.


Llamo al señor reparador de climas, y me dice que la pieza que necesita llegará la próxima semana. Comencé a sentirme angustiada porque uno, no tenía lugar para dar el taller (a 3 días del evento), y dos, los cambios de planes y yo apenas estamos haciendo bien las paces.


Entonces me digo a mi misma, Melissa todo tiene solución. Respira, cálmate y permite que te llegue la respuesta.


Listo. Se me ocurre hablarle a un colega que tiene su clínica cerca de mi casa, donde ya he hecho talleres, y le pregunto si tiene el espacio disponible. Inmediatamente me dice que sí.


Muevo todo, organizo, limpio, envío mensajes, me pongo a bailar con música de Queen (puedes ver el video en mi cuenta de Instagram) y celebro en la privacidad de mi hogar que realmente todo tiene razón de ser. Aún no sabía lo que estaba por suceder, una de las sorpresas más bonitas en mi recuperación, pero tenía la certeza de que todo pasa por algo, y confié.


Llega el día del taller y todo fluye de manera natural. La clínica estaba en completa paz ya que no había nadie excepto las participantes del taller y yo.


Estamos casi al término del taller y se escucha la puerta. Alguien entró. Inmediatamente sentí que algo no estaba bien.


Salí y vi a una mujer completamente intoxicada, tal vez alcohol, tal vez drogas, o tal vez las dos, y estaba preguntando por mi colega. Cabe mencionar que la clínica donde estábamos, es una clínica para el tratamiento de adicciones.

Comencé a sentir mi corazón latir al mil por hora. Aparte de notarla intoxicada, me percaté de las lesiones en su cuerpo, e identifiqué sus marcas de “cutting”.


Todo me era familiar. Conocido. Vivido. Era como si hubiera abierto una ventana al pasado y me hubiera visto de frente a frente.


Comencé a temblar. Estaba totalmente detonada. Comenzaron a zumbarme los oídos. Pensé que iba a perder el control de mi misma. Sentí miedo por mi grupo. No quería que la vieran así, y no quería que se sintieran amenazadas o en peligro. Pero la mujer levantaba la voz y me pedía que la comunicara con mi colega.


Le llamo a mi colega y le comento de la situación. El toma la llamada y le dice que si no se retira, tendrá que llamar a la policía. Ella suplicaba que yo le llamara a su mamá para que pasara por ella. Y yo, con el corazón apretado, sin saber qué hacer o qué decir, solo pedía a Dios que me diera la fortaleza para manejar la situación de la manera más amorosa posible.


Su sentir me era muy familiar. Su dolor. Su adicción. Sus heridas.


Cuando ella logra entender que si no se retira, tendremos que llamar a la policía, cuelga el teléfono.


Me mira a los ojos llorando, y me dice: perdón, perdón, perdón.


Y me abraza.


Y yo la abrazo a ella.


Toma sus cosas, y se va.


Regreso al salón con mis alumnas y les comentó parte de lo que sucedió. Y ahí es donde me di cuenta el por qué del viaje de mi esposo. El por qué del clima descompuesto. El por qué del cambio de planes.


Dios, el Universo, el Amor quiso que yo estuviera ahí en ese lugar, en ese momento. Para tener ese encuentro con ella, y un reencuentro conmigo misma.


Ver de frente a la herida, y no darle la espalda. Sanar ese detonante.


Ese día entendí la gran enseñanza que llegó a mi vida. Esa mujer. Una de las maestras más grandes que he tenido este año.


Me enseñó a perdonar. Una vez más.


A perdonarme tan profunda y sinceramente por el daño que me causé, y el daño que causé a los demás, porque únicamente hice lo mejor que pude con lo que tuve disponible en su momento.


Y cuando el corazón se abre, esa parte herida en ti, llega y te abraza.


Y en ese abrazo, las dos, son una.

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