Melissa Martinez
El momento en que todo cambió
Actualizado: 5 may 2020

Uno esperaría que el despertar espiritual sucediera en una iglesia, o en un templo, o a los pies de algún santo o maestro iluminado, pero el mío fue en el baño. Si, en el baño que compartí por más de 20 años con mis tres hermanos en casa de mis padres.
Siempre fui una niña más introvertida que extrovertida. Recuerdo disfrutar quedarme en casa para jugar a las muñecas, y el preferido (obvio), a ser maestra. Alineaba todos mis peluches en fila, enfrente de mi, para entonces yo, darles clase. También me fascinaba agarrar mi micrófono y grabadora para bailar y cantar enfrente del espejo de la sala, un espejo grande, que iba desde el suelo hasta el techo.

Desde pequeña estuve en clases de danza, jazz, tap y ballet. Bailar y salir al escenario siempre fue lo máximo para mi. La danza fue tan parte de mi que incluso al salir de preparatoria decidí ingresar a la Universidad de Artes Escénicas para graduarme como bailarina profesional. El arte en movimiento me enseñó a entablar una de las relaciones más importantes y relevantes en mi vida: la relación con mi cuerpo.
Fue seguramente una noche de fiesta, puesto que había consumido LSD (droga psicodélica semisintética) la noche anterior, y solo Dios sabe cuánta cosa más. Por la mañana decidí darme un baño. Me quité toda la ropa, y completamente desnuda me recargué en la pared. El espejo del baño estaba justo enfrente de mi. Mi cuerpo reflejado en él, del ombligo hacia arriba. Me observé con curiosidad, deteniéndome en cada detalle de mi cuerpo, aquel cuerpo que se dedicaba profesionalmente a contar historias a través de la danza y de la música. Sabía que dentro de mi había una inteligencia más grande que yo, más grande que mi intelecto, una inteligencia que en ese momento me habló.
Esa voz, con un tono dulce, no juicioso y casi susurrante me dijo: observa tu respiración, ¿la puedes ver, la puedes sentir? Sigue su ritmo, su vaivén. Inhala, y exhala.
Comencé a observar el movimiento que mi cuerpo creaba al respirar. Observaba mi piel moverse con cierta elasticidad antes no experimentada. Observaba las venas color azul verdoso mostrarse a través de mi piel. Observaba mis pecho quieto y a la vez en continuo movimiento, lleno de vida. Me veía a los ojos, y me decía a mi misma, ¿quién me está hablando? ¿De dónde proviene esa voz?
Y entonces la voz se hizo más clara y continuó su mensaje: ¿ves ese cuerpo? ¿Puedes ver tus huesos, tus órganos? ¿La vida que danza dentro de ti? La estás apagando. El mismo cuerpo que mueves, y giras, y tuerces en el escenario, está enfermando. Es momento de parar. Es momento de dejarlo todo atrás. El mensaje se te ha sido entregado ya. Sabemos que lo puedes ver con tus propios ojos. Es momento de parar. Ya estás lista. Nosotros te ayudaremos. Estás siendo guiada.
Por mucho tiempo ignoré de cierta manera el mensaje, aunque fue muy difícil, puesto que una vez que se me fue otorgado, ya no hubo vuelta atrás. Mi despertar había comenzado. No había nada ni nadie que lo pudiera detener.
Dejé de comer carne y mucho producto de origen animal; pensé que por ahí iba la cosa. Y si, mis cambios alimenticios definitivamente fueron y siguen siendo parte de mi evolución. Sin embargo, todavía no estaba lista para dejar a mis queridos psicodélicos, marihuana, benzodiacepinas, y claro, la cocaína. El tiempo tenía que encargarse de colocar todas las piezas en su lugar.
Me tomó unos cuantos años más dejar de consumir drogas, sin embargo lo que deseo compartir en este blog es lo no lineal, lo no estructurado que es lo proceso de recuperación. Mi intención en este espacio es desmentir los distintos mitos y tabus alrededor de las adicciones, la salud mental y emocional, las “recaídas y tropiezos”, la codependencia y la gran diversidad en caminos que hay hacia el despertar.
Es mi más grande anhelo hacer de este lugar virtual, un lugar para honrar profundamente el camino propio y de los demás, soltando exigencias y creencias preconcebidas, confiando en que hay un Orden Divino, al cual yo llamo Dios, que siempre está actuando tras bambalinas para el bien común, y sobre todo, aprender a acompañarnos con amor, en nuestros propios procesos y transiciones, para entonces, y solo entonces, poder acompañar a alguien más en los suyos.
Bienvenido seas. Bendigo el camino que has tomado para llegar hasta aquí.